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El Tiemblo
Gastronomía Tembleña
Se suele hablar de la sobriedad de la cocina castellana, como sinónimo de  limitada y pobre, sin tener en cuenta que esta aseveración no se corresponde con la realidad, a la vista de la gran variedad de platos, entre los que destacan los asados, los suculentos guisos, los postres y dulces.

En cuanto a la gastronomía tembleña sigue las pautas de la existente en esta zona de la provincia de Ávila,  enriquecida con algunos matices propios.

Indudablemente el cocido ha sido durante mucho tiempo el plato rey y el más completo: sopa a la que se añade pan, fideos, o arroz; garbanzos y lo que se denomina el "avío": carne de muñón (cordero), punta de jamón, morcilla de arroz y "relleno", hecho con huevo, miga de pan, ajo y perejil.

El potaje sigue siendo el plato de los viernes de Cuaresma, tanto para seguir una tradición, como por cumplir la obligación de la abstinencia.

Existe una correlación entre las fiestas y la gastronomía. Ya se ha señalado el potaje, pero hay que añadir el "sequillo", un dulce propio del Carnaval, que antes las mujeres hacían en los hornos, y que se consumen en las casas y en la plaza del pueblo, empujados por el áspero vino de  la tierra.

Las torrijas de leche o vino, espolvoreadas con abundante azúcar y canela, se consumen con limonada durante la Semana Santa.

El arroz con leche denso, espolvoreado de canela, era el postre de la merienda el día de la Empanada, romería del lunes después de Pascua, y las tajadas de bacalao rebozadas aparecían en las ferias de septiembre.

Un plato económico que sin embargo llena, son las patatas "machaquitas", "revolconas", las llaman en Ávila, aderezadas con abundante ajo y pimentón, rematadas con unos buenos torreznos.

Los mayores del lugar recuerdan  una sopa de pastores a la que llamaban "rucio". Se hacía esta con leche, pimentón y trozos de tocino frito.

Habría que señalar otros muchos platos como las sopas de ajo, los callos picantes, las judías con chorizo, las truchas del Alberche fritas o escabechadas, y como tierra de caza, no son para olvidar la liebre con patatas y las perdices escabechadas, que se solían dejar en reposo y guardar en las "parras" o tinajillas.

El Contar con un  pinar extenso hace que cada otoño se recolecte el sabroso níscalo, que puede prepararse de muchas formas. Una de ellas, la más sencilla, es echarlo en las brasas o en la plancha, rociarlos con un chorrito de aceite y  un pellizco de sal. Otros prefieren guisarlos con tomate, cebolla, pimiento, ajo y una punta de guindilla.

Lo mismo puede decirse del espárrago, al que se rehoga con ajo y miga de pan, para matar ligeramente el amargor.

Entre los dulces destacan, además de los ya aludidos sequillos, torrijas  y arroz con leche, los mantecados, retorcidos y roscas.

Son ya muy pocos los que hacen el arrope, que se prepara con rodajas de calabaza, previamente metidas en agua con cal, durante un día, y a las que después de limpias se las cuece en mosto de uva tinta (negra) hasta alcanzar el dulzor y la cochura deseada.

No se puede olvidar el gazpacho y la ensalada de tomates, regados con las aguas de la garganta de la Yedra y de los que los tembleños dicen no tienen igual.

Las frutas del lugar constituyen un excelente postre, entre las que cabe destacar los melocotones, cerezas, abrideras, ciruelas, higos de cuello de dama, peras y  manzanas.

Para acompañar las comidas se recomienda el vino de la tierra de las bodegas tembleñas o la "pitarra" casera. Pero si lo que uno quiere es degustar y paladear un vino, que en nada envidia al mejor brandy, se tendrá que recurrir al vino añejo, elaborado en barriles desde hace años, alguno de ellos  centenario, por particulares en sus casas.

 

Datos del libro "El Tiemblo, Villa de Avila" de Antonio Estrella Grande y Carlos E. Reviejo Hernández.

 

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