SAN ANTONIO DE EL TIEMBLO.
Dice la tradición que antiguamente El Tiemblo sufría continuas inundaciones en las épocas de lluvia con grave peligro para la vida de sus moradores, la de sus ganados y el temor a perder sus casas y cosechas. Para tratar de encontrar remedio a tal situación, los vecinos se reunieron con el párroco y después de varias deliberaciones y propuestas entendieron que no debían cambiar el lugar de asentamiento del pueblo, sino tomar a algún santo por abogado y protector que les librase de tantas penalidades.
Con esta proposición se reunieron con las autoridades a fin de nombrar patrono de la villa. Introdujeron en un cántaro los nombres de los santos que a cada uno se les fue ocurriendo y a continuación la mano inocente de un niño procedió a sacar las papeletas o células, que así se llamaban. La primera en aparecer tenia escrito "San Antonio de Padua", lo que les sorprendió y extrañó; porque ninguno, según confesaron, había introducido el nombre de ese santo, que era totalmente desconocido para ellos. Dos veces más repitieron la operación y el resultado fue idéntico. Entonces comprendieron que era el santo el que se brindaba a ser patrono de la villa, por lo que decidieron acogerse bajo su protección.
La tradición continúa diciendo que desde aquel día las tierras tembleñas se vieron a salvo de los riesgos y peligros de las inundaciones.
Y en costumbre se ha convertido implorar al Santo en momentos difíciles o sacarle en procesión en las épocas de pertinaz sequía.
TIEMBLO LA ENTREVISTA...
La escasez de documentos hace que la historia tembleña se mueva entre la leyenda y la hipótesis, apoyada, esta última, en el contexto general histórico y en los pocos restos arqueológicos existentes.
Así sucede con el origen del nombre de "El Tiemblo". Durante mucho tiempo fue aceptada la versión que atribuye a la reina Isabel la Católica el haber dado nombre a la villa. Según la tradición, basada en hechos históricos, la princesa Isabel sale de Ávila hacia los Toros de Guisando, donde la espera su hermano Enrique, conocido como el Impotente, para tratar asuntos importantísimos referidos a la sucesión al trono de Castilla, que tantos enfrentamientos y sinsabores está causando por esos días. Al pasar la princesa y su séquito por la que, según esa tradición, se llamaba "Villanueva del Alberche", pronunció esta frase: "Tiemblo la entrevista con mi hermano." Y desde esos momentos pasó a se la "Villa de El Tiemblo". [...]
Hoy sabemos que esta versión responde más a un deseo o interpretación, a la que eran muy dados los historiadores y gentes de los siglos anteriores, ya que los documentos y los hechos históricos así lo atestiguan: la reina Isabel, entonces princesa, para ir a la entrevista de Guisando, ni pasó ni estuvo en El Tiemblo, sino en el pueblo vecino de Cebreros. Por otra parte, en esa fecha (1468), y muchos años antes, ya era conocida esta villa como El Tiemblo.
EL QUINTO TORO.
Esta leyenda refiere que junto al puente de Valsordo hubo un toro de granito de considerables dimensiones con inscripciones latinas en sus costados, como mojón o límite de dos provincias: Tarraconense y Lusitania. En uno de sus costados se leía: "Hic est Tarraco, non Lusitania" y en el otro: "Hic est Lusitania, non Tarraco" , para indicar que el lado respectivo en que se hallaba cada inscripción, comenzaba el territorio de cada una de las provincias. Existió la creencia que los Toros de Guisando eran cinco y uno de ellos lo trasladaron al puente de Valsordo y es al que hace referencia la leyenda.
EL NIÑO PERDIDO.
Como leyenda debe considerarse el hecho que, al parecer, ocurrió a comienzos de este siglo en la villa tembleña.
Dicen que en cierta ocasión un padre y su hijo, de unos seis o siete años de edad, fueron a vender teas y leñas a San Martín de Valdeiglesias. La carga la llevaban en dos borricos; ellos iban andando. Una vez realizada la venta, a la salida de San Martín, se encontraron con un vecino de El Tiemblo que también había vendido la leña. El padre dijo al pequeño que fuese andando que él iba a tomarse una copa con su paisano y que le alcanzaría en seguida. Entre copas y charla se estuvieron más de la cuenta. El niño, con las caballerías delante, no dejaba de mirar para atrás, por si venía su padre y distanciándose de los animales se perdió. Se hizo de noche y la criatura, empezó a llorar. En esa situación se le apareció un fraile que le consoló diciéndole que dejase de llorar que él le indicaría el camino correcto. Cuando llegaron al Cerrillo del Peral volvió a hablarle diciéndole: "Ves aquella luz que viene por allí, son tus padres que han salido a buscarte". El padre hacía varias horas que había vuelto al pueblo por lo cual, con gran preocupación, decidió salir a buscarle. Observaron que su hijo llegaba solo, tranquilo, confiado y alegre.
En casa contó lo sucedido y explico que le había traído un hombre con faldas y sandalias.
Al día siguiente, la abuela le llevó a la ermita de San Antonio y nada más entrar, al ver la imagen del santo, dijo "Éste es el que anoche me trajo".
La gente, al enterarse, creyeron que se había obrado un milagro, uno más de los atribuidos al Santo.
EL CAPITÁN GUISANDO.
Otra leyenda, de la época romana refiere que a la muerte de Escipión el Africano los españoles se alzaron en armas, por lo que Roma envió a un capitán llamado Guisando que, después de salir victorioso en un lugar llamado Cadalso, hizo labrar cuatro estatuas de piedra que fueron conocidas con el nombre de los Toros de Guisando. Algunos cronistas consideran que el nombre de los Toros se debe al personaje de la leyenda.
EL ARROYO DE LOS DEGOLLADOS.
El arroyo de los Degollados, que se une al de los Chorrancos y juntos vierten sus aguas en la garganta de la Yedra cerca del puente de la Casilla, quizás deba su nombre a una batalla librada en el siglo IX en tierras tembleñas.
Dice la historia que en el año 833 las tropas Abderramán II tendieron una emboscada a un joven y valiente toledano, el cual se había sublevado contra el emir por las injusticias que se cometían con las clases más oprimidas de Toledo. Este joven, llamado Hixem el Alihi, era conocido en las crónicas abulenses como Habemtacin y cuando iba con sus tropas camino de Ávila, al paso por tierras tembleñas, no lejos de la Atalaya, sufrió el ataque de los soldados de Abderramán que se habían apostado en lugares estratégicos. Al verse sorprendidos, Habemtacin y sus hombres no pudieron reaccionar y tuvieron que salir en desbandada, siendo alcanzados junto a un arroyo donde dieron muerte a la mayoría de ellos. La leyenda dice que fue tal la cantidad de sangre derramada que llego a teñir de rojo las aguas del pequeño arroyo, desde entonces conocido como de los Degollados.
EL COVACHO DEL MORO.
En el siglo X, año 911, las tierras tembleñas fueron testigos del paso de las tropas del rey García I de León cuando regresaba de una incursión por tierras de Toledo y Talavera. Cuentan que el rey leonés se había apropiado de un gran botín y numerosos cautivos, entre ellos el reyezuelo Aiolas y que, por descuido de los guardianes cristianos, logró fugarse cuando pasaban por tierras tembleñas. El hecho debió suceder cerca del Royal. Aiolas, al amparo de la noche, huyó y se refugió en una especie de cueva que había en los alrededores de lo que hoy se llama el Castillo. A partir del suceso se conocería como el Covacho del Moro.
LA VIRGEN DE LA CUEVA.
Corriendo el año 1353 llegaron a Cerro de Guisando cuatro ermitaños venidos de Italia y habitaron las cuevas naturales, haciendo vida contemplativa y alimentándose con de frutos silvestres. La gente de los alrededores los tenían por vagos, por lo que decidieron abandonar el lugar.
Al día siguiente, antes de emprender la marcha, comentaron sus sueños y, según la leyenda, a los cuatro se les había aparecido la Virgen, recriminándoles su poca fe, aconsejándoles que no dejasen las cuevas, porque pronto verían colmadas sus ilusiones, entre las que se encontraba la construcción de un monasterio. Monasterio que vieron edificado pocos años después por donaciones de la alta nobleza castellana y dedicado a San Jerónimo.
La imagen de la Virgen fue tallada en madera y conocida como la "Virgen de la Cueva de Guisando" o "nuestra Señora de la Cueva de San Patricio".
También hicieron una pintura de San Jerónimo en un lienzo con un marco de madera. El marco se apolilló y se deterioró por la humedad, mientras la pintura del lienzo quedo intacta.
Desde entonces los ermitaños crecieron en número y fueron muy queridos, siendo conocidos como los "Beatos de Guisando".
Referente a la cueva de San Patricio, los tembleños, durante años, creyeron que ésta llegaba hasta Portugal y los menos crédulos que hasta el macizo de Gredos.
MANOMORTERO.
Cerca del curso medio y en la margen izquierda de la garganta de la Yedra hay una piedra cuya forma recuerda la mano de un mortero. En Segovia se cuenta una leyenda sobre una mujer que harta de acarrear aguas, prometió su alma al diablo si concluía el acueducto en una sola noche. Cuando le quedaba por colocar la última piedra le sorprendió el sol y no pudo finalizarlo. Una tradición tembleña, refiere que la piedra que falta al acueducto segoviano es la de "manomortero".
Datos del libro "El Tiemblo, Villa de Ávila" de Antonio Estrella Grande
y Carlos E. Reviejo Hernández